En muchas ocasiones, cuando sabemos que alguien ha sufrido un trastorno del estado de ánimo como es una depresión, decimos de él que es una “persona depresiva”, incluso puede que él mismo se autodenomine como “depresivo”. Este suele ser un error muy común que se produce al igualar a esa persona con la depresión que padece, como si ese trastorno fuera lo que define a la persona, y no es sano tratarla así. (Aparte de que tampoco es cierto). Cada persona es mucho más que su dificultad mental.
A eso me refiero cuando hablo de etiquetar a personas según el trastorno psicológico ó físico que estén padeciendo; llamar a una persona diabética, por ejemplo, significa, obviamente, que tiene una diabetes, pero esa persona es mucho más que esa enfermedad, eso es algo que está en su vida, en su salud y con lo que tiene que convivir, pero no podemos ni debemos reducirla a ese aspecto.
Lo mismo sucede con la cuestión psicológica, también sería muy reduccionista equiparar a cualquier persona con su trastorno mental… mantener esa etiqueta aún después de haber pasado por un cuadro ansioso ó depresivo. Ó mientras lo está viviendo…
Como decía, es algo muy frecuente y nocivo porque estamos anclando a la persona a su trastorno, olvidándonos muchas veces de otros aspectos de su personalidad,olvidando además sus competencias, sus puntos fuertes… que también están ahí y son precisamente los que hay que reforzar para que esta persona siga hacia adelante, después de pasar por un proceso psicológico difícil ó por una etapa complicada en su vida.
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