Este es el principal objetivo que tengo en mente cuando estoy trabajando con alguien en la consulta: que con la ayuda de la terapia y de las conversaciones que tenemos en las sesiones terapeúticas, cada una de las personas se vea como el artífice de sus avances, de sus mejoras y de los cambios que se han ido produciendo desde el comienzo del tratamiento.
De esta forma, será más fácil que los cambios se mantengan en el tiempo, a largo plazo, que es lo que interesa, y se irán generando algunos más, que, a su vez, producirán otros y, así, sucesivamente.
Sucede que, a veces, la persona no reconoce su importantísimo papel a la hora de que se produzcan ó mantengan esos cambios de actitud ó de conducta… y no sabe muy bien cómo se han producido porque no ha sido consciente del trabajo que ha ido haciendo en las sesiones y fuera de ellas… aquí es preciso que la persona que está al otro lado de la mesa, en este caso, yo, le recuerde los pasos con temor dados en los primeros momentos, sus dudas al comenzar el proceso, su sentimiento de inutilidad… para valorar en esos momentos, su constancia y su gran esfuerzo mantenido en el tiempo.
Parece también, guiándome por las muchas personas con las que he trabajado y lo que me han dicho al respecto, que el esfuerzo, una vez hecho se ve menor del que fue en realidad, se tiende a minusvalorar y minimizar… y esto hay que aclararlo y valorarlo como se debe, contribuyendo, así, a un gran aumento de la autoestima del paciente, que, como sabéis ya los que me leéis, es la base segura desde la que nos atrevemos a hacer ó experimentar cualquier cosa.
Por tanto, considero un gran éxito del tratamiento el que el paciente se vea como la persona que ha hecho posible esas mejorías y avances en su bienestar, porque esa es la realidad, y se las valore a sí mismo como debe hacerlo (siempre con la ayuda profesional y el soporte de la psicoterapia).