Empezaré hablando de una fábula japonesa que se usa a menudo para ilustrar el valor de la paciencia: un agricultor japonés plantó un bambú un determinado día, lo abonó, lo regó de forma continuada y durante años no pasó nada (aparentemente). El bambú parecía que no crecía. Durante el séptimo año el bambú empezó a crecer y llegó a medir cerca de 30 metros.
¿ Qué pasó entonces? Durante esos 7 años en los que parecía que no se desarrollaba exteriormente, lo estaba haciendo de forma interna, creando una red de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que vendría después. Pero ese desarrollo no era visible a sus ojos, lo que le llevó a pensar que no existía.
La paciencia, esa calma o tranquilidad para esperar, para tolerar las contrariedades que te llegan, es un rasgo de las personas prudentes. Las personas pacientes no son débiles de carácter cómo se pensaba antes, sino que demuestran una fortaleza personal aún más, hoy en día, cuando todo transcurre con prisa, sin tiempo para pensar. Vives en un mundo donde tienes que saberlo todo ya, no tienes tiempo de esperar, quieres resultados rápidos y si hay que esperar se sufre.
La palabra paciencia deriva del latín patiens, es decir, el que padece, implica sufrimiento, el de la esperanza ó el de la desesperación. El arte de la paciencia es una forma de estar en el mundo que puede desarrollarse y aprenderse.
La paciencia no es apatía ni implica falta de compromiso, el que tiene paciencia espera de forma activa, con deseo de cambio, pero tolerando dificultades, dando “tiempo al tiempo”.
¿ Qué me dices de tí ? ¿ Te consideras una persona con paciencia, que sabe cuando hay que esperar?
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