Agradar a los que tienes a tu alrededor, hacerles la vida más fácil, es algo muy generoso por tu parte, pero, a largo plazo, tiene sus consecuencias… y no todas son buenas para tí, más bien al contrario.
Me explico: empiezas a querer agradar a otro por gusto, porque te apetece, porque tú así lo decides, porque no te cuesta nada… y esto es algo que te hace sentir muy bien y a la persona que lo recibe también, por supuesto. El tema se complica cuando esto ya se convierte en un hábito, en una costumbre, en algo que ya no estás decidiendo tú de forma consciente, sino que ya lo haces porque el otro lo espera, siempre lo has hecho…
Cuando muchas de estas personas llegan a mi consulta, arrastran un malestar psicológico muy grande, se notan que no están a gusto con los otros ni consigo mismos, que están raros y que algo en ellos no va bien, aunque no saben decirme el qué. Tampoco saben identificar la causa ó causas que pueden estar incidiendo y causando ese malestar del que me hablan.
Por tanto, ni identifican la causa, ni saben expresar muchas veces los sentimientos que tienen a excepción de lo que ya he comentado antes: sensación extraña de malestar, cuando no hay nada grave en su vida ahora mismo que pudiese justificar ese malestar emocional.
Lo primero en estos casos es que el paciente se dé cuenta de lo que hace que no le viene bien, que sea consciente de sus comportamientos, porque ahí está la clave, ese es el hilo del cual hay que tirar para poder analizar cómo se relaciona y cómo estos comportamientos le hacen sentir.
A partir de ahí, será preciso poner en marcha una serie de modificaciones en esa conducta de ayuda excesiva ó querer agradar en exceso, porque si no, ese malestar emocional lo único que va a hacer es aumentar y puede llegar a convertirse en un cuadro depresivo, como he visto en mis más de 20 años de trabajo.
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